
Es mucho lo que le debemos. No solo La Comedia de Campana. También nuestra ciudad, que lo tuvo como disertante en más de una oportunidad. Y el teatro argentino en general, que contó en él a uno de los grandes protagonistas de su historia contemporánea.
Estábamos en Colombia, en 1998, cuando Don Enrique Buenaventura, el legendario gran maestro del teatro latinoamericano, nos lo presentó.
Era, según su opinión, el más notable autor teatral con que contaba Argentina en ese tiempo.
Quizá porque ni él ni nosotros vivíamos en la ciudad de Buenos Aires, no nos habíamos conocido antes.
Un hecho que se repitió en varias oportunidades a lo largo del tiempo.
Parecería como si la distancia nos permitiera ver mejor a alguien que estaba ahí nomás, cerquita…
La cuestión es que a partir de la vuelta de aquel viaje a la ciudad de Cali, ya no nos separamos del gran dramaturgo patagónico que siempre nos deslumbró con la exquisita poesía con que impregnaba sus obras.
Nos honró con su amistad.
Enamorado de La Mujer que Ana Barrionuevo compuso para su Viejos Hospitales, Alejandro llegó por primera vez a Campana, desde Neuquén, la ciudad de sus amores y en la que vivió hasta ayer, para hacer su primera inolvidable presentación en nuestro Teatro del Sol.
A partir de entonces fue constante y permanente la relación que mantuvimos.
La Isla del Fin del Siglo, El Niño Travieso, Carta de Max Jiménez a la Mujer en la Ventana…
Por muchos escenarios del país anduvimos caminando con las obras de Alejandro Finzi, a las que también tuvimos la suerte de poder presentar en escenarios extranjeros, tanto de nuestra Patria Grande, como del Viejo Continente.
La última vez que lo vimos caminar por calles de esta ciudad, fue cuando aceptó nuestro pedido para que fuera Jurado de la Fiesta de Teatro de la Provincia de Buenos Aires que organizamos en Zárate a comienzos del año 2015.
Cuando fuimos invadidos por la pandemia, y siempre alentándonos para que diéramos trascendencia y difusión al más de medio siglo de vida que había cumplido La Comedia de Campana, pudimos hacer alguna travesura a través de Internet para seguir despuntando el vicio de estar juntos de algún modo en el mundo de la Escena.
¡Y así seguiremos, querido Alejandro!
Enhebrando sueños en una ristra de pañuelos, arrojando una carta al mar dentro de una botella, o discutiendo con el autor de El Principito sobre si lo esencial es visible o invisible a nuestros ojos.
PD: Haciendo CLICK aquí puede verse último trabajo que, vía Internet, y pese a la pandemia, pudimos hacer juntos.